Montevideo en turismo es lo que debería ser: una ciudad tranquila. Parece que las calles están limpias, que los ómnibus pasan más frecuentemente, que los desconocidos saludan. La gente que se queda, en vez de destilar mala onda por no poder salir de vacaciones, parece estar feliz y disfrutando de la verdadera ciudad. El que se digne de conocer a los uruguayos no nos reconocería en esa actitud!
Se nota en los comercios, donde te atienden mejor, salvo los contados amargos patológicos que nunca faltan; y se nota también en los bondis, los taxis, los inspectores de tránsito, y muchas más calañas de permanentes malas ondas. Así uno también se suma a esa felicidad no uruguaya y el círculo virtuoso se cierra.
Solo espero que estas sensaciones no hayan sido solo un reflejo en el lago de mi conciencia, y no desvanezca así la esperanza de que una realidad así es posible.
Se me ocurre una idea Darwiniana (no de Charles, sino de Desbocatti): podríamos, el año que viene, esperar a que toda la gente se vaya de vacaciones en turismo y después cercar la ciudad y no dejarlos volver. Nos quedaríamos con esa otra ciudad que parece que descubrimos ahora que teníamos. No es mala, ¿no?
20.4.09
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