28.2.08

Caída eterna

La displicencia con la que la mano se acercó a él presagiaba el desenlace. La mezcla de una intención de que eso no pasara con una nebulosa conciencia de que sí pasaría, ganó el ambiente cuando la mano derecha llegó a su alcance.
La caída, si es que así se la puede llamar, comenzó hacia arriba, dando la posibilidad a la mano derecha de volver a intentar, pero ya solo un golpe de suerte iba a evitar el prolapso. La segunda intervención diestra solo ayudó en su trabajo a la gravedad y cambió, muy poco, la dirección del movimiento hacia la izquierda.
El más humano reflejo puso en acción a la mano izquierda, nerviosa espectadora hasta el momento, pero las milésimas en que se demoró su intervención fueron tan fatídicas como inexpugnables. Solo el azar posibilitó el zurdo contacto, pero nada cambió en la caída.
Solo quedaba una posibilidad, no ya de evitar lo inevitable, sino de mantenerlo dentro de escena. Ya nada se podía hacer más que esperar el menos funesto de los finales. Y éste, incluso, no dependía de nadie.
El choque con la cortina finalmente se dio. El tiempo se enlentecía cada vez más, anunciando un final que resbalaba en el abrazo descendiente con la plástica tela, generando olas que ocultaban y mostraban una realidad que transcurría ajena al hecho de ser visible o no.
La última de estas olas marcó el desenlace, con el disparo del jabón lejos de la ducha, dando a parar atrás del bidé. El eterno segundo en que todo esto sucedió al fin terminó, permitiendo volver al tiempo a su velocidad habitual.

2 comentarios:

About Us dijo...

Notable.

Manolete dijo...

No Stv, no es sobre Astori el cuento...